Con frecuencia tendemos a pensar en el poder en términos de fuerza, control, y combate. En términos de “poder sobre”, jerarquía, ganadores y perdedores.
Vivimos en una sociedad patriarcal y así es a lo que hemos estado expuestos y a lo que nos hemos acostumbrado. En muchas ocasiones, no somos nosotras las que ejercemos ese poder. Es tentador entonces pensar que el objetivo de nuestro empoderamiento debería ser tener ese mismo tipo de poder, pero eso no haría ninguna diferencia en el panorama general.
Piénsalo de esta manera: si nuestro empoderamiento nos conduce al mismo poder que ya gobierna, no hay ningún cambio cualitativo. La única diferencia sería que el instrumento a través del cual se ejerce el poder es un cuerpo femenino, en lugar de uno masculino. El resultado desde la perspectiva del beneficio para la sociedad permanece sin cambios.
¡Podemos hacer algo mejor que eso!
Podemos abrir el camino a otras formas de poder que se alinean con quienes somos: el poder de la resiliencia, de la adaptabilidad, de la vulnerabilidad, de cuidar-y-amigarse, en términos de “poder con”, comunidad y ganancia colectiva.
Y por lo tanto…
Sí al empoderamiento económico para que ninguna mujer tenga que depender de un hombre, estar a “un hombre de distancia” de solicitar beneficios sociales y permanecer en relaciones tóxicas porque no puede permitirse marcharse.
Sí al empoderamiento que libera de la opresión, represión, supresión y explotación en cualquier área de la vida.
Sí al empoderamiento que lleva las habilidades y la confianza para desarrollar lo Femenino y su fuente: ¡TÚ!.